“20 AÑOS DESCARRILADOS”


Los museos y las salas de exposición, desde sus inicios, han funcionado como espacios de acoplamientos convencionales, y muy poco han permitido intervenciones in situ. Es decir, han predominado los montajes curatoriales tradicionales: dibujos, pinturas colgadas en las paredes, esculturas sobre módulos. Todo bajo reglas técnicas casi inamovibles: distancia del piso o altura precisa, un esquema de espacialidad entre obra y obra, una distribución milimétrica guiada por mapas que organizan el recorrido desde la primera hasta la última pieza. Son, por así decirlo, el ABC de estos espacios.

Sin embargo, la sala alterna de exposiciones del Museo Lucy Tejada, dependiente de la Secretaría de Cultura de Pereira, viene transformándose con firmeza. Hoy se concibe como un verdadero espacio-taller, un lugar vivo del quehacer del artista o del colectivo. En vez de montajes convencionales, lo que aparece son materiales y procesos del taller real: agujas, papeles, maderas, mosaicos, arcillas y otros elementos que evocan la escuela, el taller, el hacer desde múltiples oficios. Entran en escena lenguajes provenientes de la arquitectura, la ebanistería, la cocina, la costura y más, demandando tiempos distintos de montaje y otra forma de habitar el espacio expositivo.


En este escenario, durante el mes de julio, celebramos los “20 AÑOS DESCARRILADOS”, del Colectivo Descarrilados de Cali. Dos décadas de trabajo arduo, sin jerarquías, sin protagonismos, en comunidad, con personas de muchas regiones y de distintas edades. Un colectivo que ha hecho del arte un proceso continuo, investigativo, colaborativo y profundamente ético.

Hoy llegan a la ciudad de los atardeceres y las mariposas con una propuesta vibrante de apropiación social: intervenciones que abordan los intríngulis mutuos, las refutaciones humanas, los vínculos entre las personas y los territorios. Su propuesta no cabe ya en una sala temporal ni en el esquema clásico de ningún museo: desde sus inicios se han tomado otros espacios —el andén, el parque, el campo, un vagón de tren— para generar diálogos desde la palabra propia, sin representación. Un arte que nace del encuentro como hecho artístico. Es el arte que va de afuera hacia adentro, que se gesta en talleres únicos, creados y desarrollados con la impronta particular del colectivo.

on siete artistas que conectan con públicos de todas las edades a través de elementos estéticos que sirven como insumos para el diálogo y la creación in situ, de manera horizontal. Lo que proponen es un convite histórico permanente, extensivo y colaborativo, una acción sensible que narra desde los sentidos, las vivencias, las identidades y emociones, para articular reflexiones profundas con la realidad concreta de cada región, todo en un solo lenguaje.

Como señala el colectivo La Pocha Nostra, pionero en prácticas colaborativas radicales:

“El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma.” Y tal vez por eso el trabajo de Descarrilados sigue tan vigente: porque forjan experiencias colectivas, no para ilustrar la vida, sino para transformarla. Lo que ellos hacen no es solo arte: es política, es pedagogía, es afecto encarnado en la acción directa.

En palabras de Suzanne Lacy, artista y teórica del arte comunitario: “El arte colectivo no busca representar a las personas, sino crear con ellas nuevas formas de vivir y de narrar su experiencia.”

Así, Descarrilados no exhibe: convoca. No muestra: comparte. No decora: transforma. Y eso es lo que celebramos con emoción y respeto en estos 20 años de viaje indócil y necesario.

“20 AÑOS DESCARRILADOS”